Ocho brazos no debe de ser algo fácil de manejar, especialmente
cuando a veces no sabemos ni dónde tenemos nuestra propia mano derecha. Pero el
pulpo se las arregla muy bien con ocho tentáculos cubiertos de ventosas que se
adhieren a casi cualquier cosa, con la importantísima excepción de su propio
cuerpo. En caso contrario, el animal se encontraría enredado en su abrazo.
Investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén han descubierto cómo estos
octópodos se las arreglan para no liarse, incluso cuando el cerebro del animal
no es consciente de lo que sus brazos están haciendo. Una sustancia química
producida por la piel del cefalópodo impide temporalmente succionar a sus ventosas,
afirmaban en mayo en la revista Current Biology
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