Es la única especie de macaco que habita fuera del continente
asiático, ya que su área de distribución se extiende por las regiones
montañosas del norte de Marruecos y Argelia, además de la pequeña y famosa
población, donde fue introducida por el hombre, que ocupa el peñón de
Gibraltar.
Es un primate de tamaño medio, con un pelaje denso de color
amarillento, la cara de color rosa y ausencia de cola. Los machos pesan entre
7-12 kg y las hembras entre 5-9 kg. No hay un gran dimorfismo sexual, siendo el
macho algo más grande que la hembra.
En su hábitat natural africano se encuentra sobre todo en los bosques
montañosos de encinas, robles, abetos y cedros del Atlas, que pueden estar en
1600-2000 m de altitud, pero también se pueden encontrar en zonas arbustivas y
acantilados. Es un primate muy adaptable que puede vivir a 40 grados durante
los meses de verano y soportar temperaturas bajo cero durante el invierno.
Es omnívoro, se alimenta de fruta, hojas, corteza y pequeños
invertebrados en proporciones variables según la época del año, siendo más
importante la ingesta de corteza y agujas de cedro en invierno. Forma grupos
numerosos de marcada organización social matriarcal.
Con una reproducción estacional, hacen coincidir los nacimientos con
los períodos de mayor abundancia de comida, de abril hasta junio. Normalmente
las hembras dan a luz una sola cría, y el macho también se encarga del cuidado
parental. Alcanza la madurez sexual a los cuatro años y tienen una vida media
de unos veinte años.
Desde finales de los años 80 se ha visto que las poblaciones del mono
de Berbería en libertad están disminuyendo de forma alarmante. En 2008 pasó de
la categoría "Vulnerable" en la lista roja de la UICN, al ser
clasificada como "En peligro".
Las principales causas de su desaparición son la destrucción de su
hábitat y la interacción con el hombre. La destrucción del hábitat se debe por
un lado al aumento de la agricultura y a la fuerte degradación de los bosques
por el pastoreo de rebaños de ovejas y cabras, y, por el otro, por el
incremento de incendios debido a las fuertes sequías posiblemente debidas al
cambio climático.
La interacción con el hombre se debe por un lado a que los habitantes
locales consideran los monos como una plaga que compite con los rebaños por el
pasto de los bosques y también son cazados para evitar que dañen las cosechas.
Por otra parte, está la problemática del tráfico ilegal de crías que entran a
Europa para ser vendidas como mascotas. La entrada principal es la frontera
española.
Se calcula que la media de individuos extraídos de las poblaciones
anualmente es de unos 300, una cifra insostenible teniendo en cuenta que las
poblaciones ya se encuentran muy mermadas. Además, estas crías fuera de su
entorno natural, pueden llegar a tener comportamientos conflictivos cuando
llegan a la madurez, lo que provoca su abandono.