Según una leyenda mítica griega, Argos, príncipe argivo de un reino
que actualmente se situaría en Grecia, en el noreste del Peloponeso, y cuyo
nombre significa ''luminoso'', se distinguía por los cien ojos distribuidos en
todo su cuerpo, que le daban una visión absoluta. Se le denomina Panoptes, es
decir ''el que todo lo ve''. Hera, hermana y esposa de Zeus, encargó a Argos
que vigilara Io, una muchacha argiva a la que Zeus amaba y que Hera celosa,
había transformado en vaquilla. Sin embargo, a instigación de Zeus, Hermes
sumergió a Argos en el sueño eterno de la muerte, sin que él se diera cuenta,
con el sonido de su flauta. Para inmortalizar a quien tan bien le había
servido, Hera puso los cien ojos del cuerpo de Argos en la cola del pavo real.
Desde entonces, cada vez que el pavo se pavonea, Argos renace y sus cien ojos
''se abren de nuevo al mundo''
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